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ZONORIDADES: LA NARANJA MEXICANA. Por Wilfred H. Arce

Foto: http://www.elboyaldia.cl/admin/render/noticia/22942 


El hastío devora a Alex en cualquier tarde lluviosa. Nebulosa la mente, esta se abstrae en miles de imágenes, en millares de frases, en repetitiva búsqueda de productos inacabados en la serie de montaje, en escaparates fantasmagóricos con maniquíes degollados y sin función lógica aparente. Solo permanecen ahí, instalados en un lugar apacible donde la mente reclama un consumo desmedido.

La señal nunca termina, pues las antenas receptoras conducen al ojo y de ahí hasta el cerebro que codifica la imagen y mensaje tal como la envía originalmente la fábrica emisora. Un juguete de dudosa calidad antecede a comida de dudosa calidad proveniente de fabricantes de dudosa calidad en una interminable cadena de esquizofrénica producción. La plusvalía que sugería Karl Marx como “la ganancia del producto extra terminado, después de lo que ya hubo de producir un obrero dentro de su jornada laboral”, ha servido para inundar la mente del consumidor con anuncios masificados que determinan la adopción de parámetros y modelos sociales, políticos y económicos que distorsionan la capacidad de razonar del individuo y que lo confinan a adoptarlos por el simple impulso que le provocan su inmediatez y fácil desecho. Ahora Alex no busca lo que necesita, solo consume lo que se le ha dicho que le produce placer y que lo conducirá irremediablemente a un estado de felicidad temporal de su persona. La colectividad no funciona en esta sociedad alienada al ensimismamiento, donde el futuro es el aquí y ahora, nunca el día de mañana.

No es necesario buscar alguna puerta de escape, pues el escape mismo se presenta las veinticuatro horas en señal radial o televisiva introduciendo el placebo semanal, diario, a cada hora y cada minuto que satisface repentinamente el vacío a la soledad individual. ¿No logró satisfacción? Se le devuelve su dinero, se le cambia su producto, se le regala un premio de consolación o simplemente compre, deseche, compre, maldiga, compre, sonría, tire, compre… para cada necesidad irrelevante, una píldora de consumo de trivialidad pasmosa. La lobotomía mediática es incansable mediante la repetición que se auto consume cada minuto: telenovelas basura que festejan la separación de clases como un statu quo que debe aceptarse como un valor irrevocable en la sociedad, anteceden a chantajes noticiosos que flagelan la realidad externa para ocultar los vicios de un régimen podrido que adormece a un consumidor ávido de fast news, noticias chatarra que no comprometan su vana felicidad de marca transnacional. Alex abre los ojos y los asesinatos, políticas publicas injustas, sexo desmedido, instituciones religiosas de nula reputación, deportes como mafia del espectáculo, chismes, disparates, estupidez embotellada en refresco de cola, son una cotidianidad que no lo asombra, lo excita en demasía. Rápido y sin concesiones, así debe ser la vida en un país de Tercer Mundo, donde lo inolvidable termina auto consumiéndose.

Es un mecanismo perfecto, llegando al punto en el que el individuo penetra en una sociedad en la que no se le permite voltear atrás, observar, dialogar, razonar con él mismo y con los demás. Sus decisiones han sido modificadas no por sus intereses, sino por los de un sector que lanza a la hoguera del olvido, libros, películas, música, política, ciencia y que los supedita a una masificación ineludible de sensaciones y solo eso, sensaciones inmediatas y vagas de placer.

Aun así, un reducto del cerebro de Alex permite el goce de la magnificencia de Beethoven: su novena sinfonía. Ante el consumismo voraz, la sordera de Beethoven.

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